DEL EDITOR: RECORDANDO A MI PADRE

arturo-1      Este domingo 17 de junio, en la celebración de “El Día del Padre”, visité la tumba de mi progenitor, Gabriel Flores Flores “El Gabacho”, el cual está sepultado en el panteón de Tuxpan, pueblo que adoptó como propio porque de ahí era nativa la compañera de toda la vida, María Ramona Mejía Tapia, quien jamás quiso irse a radicar a otro lugar.

“El Gabacho” nació en el puerto de Mazatlán, en Sinaloa, en 1920 y fue hijo de Esther Flores Breceda y un asiático, chino, supuestamente, el que emigró hacía los Estados Unidos, dejando a su menor hijo al cargo de su mamá, la cual murió sumamente joven, por lo que quedó en el desamparo y a cargo del único familiar que conoció, su tía Angelita Flores Breceda, hermana de su mamá, quien no tuvo descendencia y lo llevó a vivir a Escuinapa, donde creció.

La tía Angelita era todo un personaje, ya que gustaba disfrutar de la cerveza y música de banda, quizá por ello, Gabriel, a quien siempre consideró su hijo, tuvo afición por la música y la bohemia, y desde joven destacó en la actividad artística, llegando a trabajar, a muy poca edad, en bandas de cuerdas que hacían giras por varios estados del país, haciendo también presentaciones en tríos de guitarra, muy en moda en los años 40, conociendo ahí a Elías Ramos Mejía, primo hermano de mi madre Ramona, quien también era huérfana desde su más tierna infancia de padre y madre y por lo mismo, protegida en exceso por sus hermanos y primos.

A través de esa amistad, Gabriel conoció a Ramona y se enamoró de ella, lo que le produjo también problemas con la familia de su pretendida, ya que aunque jamás tuvo confrontaciones físicas, en un altercado con mi tío Elías, éste le mordió una oreja y se la desprendió, lo que no le importó a mi padre, quien siguió asediando a la joven hasta que en 1923, cuando su pretendida contaba con 20 años de edad, la convenció de que unieran sus vidas, naciendo ese mismo año su primer hijo, el cual lógicamente lleva su nombre.

En ese entonces, por cuestiones de su actividad musical, “El Gabacho” radicaba en la fronteriza ciudad de Nogales, Sonora, donde nació su primogénito, solo que Ramona extrañaba su familia, sobre todo a sus hermanos María de Jesús y Elpidio, quienes la habían cuidado desde su infancia al quedar huérfana y por lo mismo, reconocía y quería como a sus propios padres.

Mi madre regresó al terruño, trayendo tras de si a su compañero Gabriel, quien se quedó a radicar permanentemente en este pueblo donde nacieron sus otros 9 hijos.

“El Gabacho” fue gente noble, de ahí que a pesar que Elías lo dejó mutilado, jamás le guardó rencor y gozaba de su amistad, y en los muchos años que radicó en Tuxpan, jamás tuvo confrontación o alegato con alguna persona, era servicial y enseñó a sus 8 hijos varones a jamás pelear, como dice ahora “El Peje”, no robar y no mentir, habiendo muchas anécdotas que daban cuenta de su extrema honestidad, como en una ocasión en que un borracho al que tocaban los acusó que le había robado un reloj, yendo mi padre a la comandancia de policía para que lo pusieran tras las rejas hasta que apareciera esta prenda, la cual fue localizada y dijo que esperaba que su acusador pidiera una disculpa pública, ya que lo difamó.

Con los años se vino abajo el trabajo de la música, por lo que mi papá, quien jamás acudió a una escuela pero sabía leer y escribir, se entusiasmó por la electrónica, aprendiendo la reparación de los aparatos eléctricos por correspondencia y una vez que lo logró, instaló un taller en el que reparaba radios, planchas, bocinas, aparatos de sonido y las famosas rokolas, llegando a hacerse cargo del sonido del cine “Cuauhtémoc”.

Con su trabajo y el apoyo de su esposa, Gabriel dio estudio a sus hijos, yendo los más grandes al seminario y su primogénito al conservatorio de música de Guadalajara, siendo sus dos hijas hoy maestras jubiladas y quien esto escribe, el bohemio de la familia, le tocó escribir esta pequeña semblanza de un gran ser humano, mi padre, el que falleció en 1980, a los 60 años de edad.

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