DEL EDITOR: 2 DE OCTUBRE NO SE DEBE OLVIDAR

      No hay duda que los trágicos acontecimientos ocurridos en la Ciudad de México el 2 de octubre de 1968, hace ya 50 años, cambiaron el destino de nuestro país, pues a raíz del cobarde ataque y asesinato de miles de estudiantes y gente del pueblo que soldados y paramilitares esbirros del gobierno de ultra derecha buscaban en hospitales para rematarlos, provocaron uno de los hechos más vergonzosos que ha vivido nuestro país y el cual, como la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, Guerrero, ha quedado en total impunidad pero removió la conciencia de millones de mexicanos que desde ese entonces demandaban acabar con el caduco régimen que nos ha mal gobernado.

Lógicamente, en el caso de la represión a los estudiantes universitarios de hace medio siglo, se sigue insistiendo que se juzgue a los represores, los que deben ser exhibidos en los libros de texto gratuito en la historia de México como traidores a la Patria, ya que el pretexto de esa matanza fue el que se habían involucrado ideales comunistas, por lo que incluso hubo una campaña previo a este ataque, de entrega y pegue de calcas en las puertas de muchas casas en todo el país donde se leía que se rechazaba el comunismo y se apoyaba la religión católica.

Hace 50 años se libraba una guerra fría entre las dos superpotencias de la época, el imperialismo encabezado por el gobierno de los Estados Unidos, y el socialismo, apoyado por la ya extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, liderada por Rusia.

Los yanquis, tras haber sido sacados de Cuba, defendían ferozmente todo el continente americano de la influencia de los ideales socialistas, pues precisamente el régimen de Fidel Castro Ruz se había pronunciado a favor de mantener un gobierno que impuso la primera fase de los ideales de izquierda, la dictadura proletaria, y estaba apoyada por la Unión Soviética.

El México, la matanza de estudiantes por parte del régimen que encabezaba Gustavo Díaz Ordaz, se llevó a cabo precisamente como parte de la lucha en contra de los comunistas mexicanos y en defensa de la religión cristiana y aunque hoy parezca increíble, hubo muchos compatriotas pobres y ajenos a ambas ideologías (capitalismo y socialismo), que apoyaron al sistema gobernante que se había manchado las manos de sangre y acabó con la vida de miles de víctimas inocentes que eran parte del pueblo explotado y reprimido de manera cruel y tiránica.

Desde entonces, sin embargo, se comenzó a luchar de manera pacífica para terminar con el sistema gobernante que se ha mantenido hasta la fecha, pues se reorganizó la oposición al PRI y al partido de ultra derecha, el PAN, rebasando los intelectuales sobrevivientes del movimiento estudiantil del 68, al parlero Partido Popular Socialista (PPS), sacando para ello de la clandestinidad por un tiempo, el Partido Comunista Mexicano y luego organizaciones como el desaparecido PSUM, PRD y en los últimos tiempos, MORENA.

Y es precisamente el líder del Movimiento de Renovación Nacional, Andrés Manuel López Obrador, el que ha manifestado en torno al 2 de agosto de 1968, que para evitar que se utilice al ejército y cuerpos policíacos en contra de los integrantes de la sociedad civil, del pueblo humilde, se crearía “La Guardia Nacional”, la cual estará integrada por dirigentes de la población, militares y elementos de la Policía Federal.

La represión sangrienta, cruel e injusta de 1968 jamás se debe olvidar y menos repetirse, faltando ahora que se haga justicia a quienes ofrendaron su vida por defender sus ideales y buscar un gobierno justo para los mexicanos, lo que se logrará al sacar a la luz pública los nombres de todos los involucrados en esta matanza, dejando constancia en la historia de nuestro país, que actuaron en contra de los intereses de la nación movidos por el afán de hacerse de fortuna y ganarse un espacio en el cielo, pues era tanto su fanatismo religioso que estaban seguros que al morir su alma iría a dar a la gloria donde serían gratificados por sus crímenes nefastos, por la misma Virgen María y Dios santísimo.

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