Este 11 de octubre se celebra en el ejido de Tuxpan, el aniversario luctuoso de Antonio Ramos Laureles y Prisciliano Góngora, quienes fueron asesinados en Tepic en esa fecha pero del año 1922, siendo sepultados sus cuerpos en lo que ahora se da en llamar fosa clandestina y la cual se descubrió años después, en terreno del paseo de “La Alameda”, en la capital del estado.
Antonio Ramos Laureles nació el 13 de mayo de 1897 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, siendo traído al pueblo de Tuxpan cuando contaba con seis años de edad, cursando aquí sus estudios en una escuela nocturna, entrando a la política en el primer ayuntamiento que se formó en el municipio tuxpense, esto en 1918, el que integraban puros agraristas, o sea gente que se destacó por apoyar la lucha revolucionaria y la repartición de la tierra que se quitó a los hacendados y terratenientes.
Antonio era sobrino del regidor de ese primer ayuntamiento J. Cruz Ramos, administración de la que fue presidente municipal Lauro García, secretario, Luis López Veloz; sindico municipal, David Ramírez Orozco, y tesorero, José Araiza Parra. Laureles era escribiente en el juzgado de Paz, y entró a formar parte de la administración al renunciar el secretario Luis López, quien fue amenazado de muerte por los terratenientes luego que esta autoridad repartiera los terrenos de La Fortuna, siendo después encarcelados y desterrados por órdenes de los latifundistas.
En 1921, Laureles fue nombrado por el General Álvaro Obregón, Procurador de Pueblos, siendo sus auxiliares Mateo Magallón y Prisciliano Góngora, con quien sería asesinado un año después, ya que con el nombramiento este líder agraristas se dio a la tarea de restituir o dotar de tierra a los pueblos del estado de Nayarit, siendo este el motivo de su detención y posterior asesinato,
En esa etapa de la lucha por la tierra, en Tuxpan fueron asesinados otros líderes, destacando el de Simón Sánchez, quien fue ahorcado colgado de un árbol, colocando sus verdugos en su cuerpo una bolsa con tierra, simbolizando así que pelear por la posesión de la misma le había costado la vida, siendo además una advertencia para que los campesinos desistieran de solicitar una parcela.
La gente generosa de nuestro pueblo, aportó su sangre a la repartición agraria, quedando en la mayoría de los casos todos éstos crímenes impunes, ya que fueron ordenados y ejecutados por gente muy poderosa económicamente, y con poder dentro del gobierno.
En ese entonces como hoy, hubo mucha gente que pagó con su propia existencia el haber exigido justicia y una mejor vida para todos los mexicanos.
Esta reflexión viene a nuestra mente hoy que vemos cómo se asesina y desaparece a nuestros compatriotas, entre los que sabemos, van muchos mártires que han denunciado la criminal corrupción que existe entre los cabecillas de las bandas de delincuentes y funcionarios del gobierno, que han expuesto pruebas que se ha quitado la vida a luchadores sociales opositores al actual régimen político por medio de militares y policías desalmados que dan protección a los traidores a la Patria.
Los latifundistas y hacendados de antaño, son ahora poderosos empresarios y comerciantes que han puesto a disposición del gran capital mundial, los recursos naturales del país y a los mexicanos sumisos, que nos explotan y esclavizan desde hace muchas décadas, por lo que han provocado que millones de familias de nuestra Patria vivan en la total miseria y abandono.
Otra vez corre la sangre de nuestro pueblo y se alzan voces de protestas a lo largo y ancho de México, solo que ahora no se tiene, aún, un sustento ideológico que termine con este pésimo e injusto sistema de gobierno, en el que se da la afrenta de que subsistan personas inmensamente ricas y millones de miserables.
Hace poco menos de un siglo que se hizo justicia a los pobres repartiendo la tierra, hoy se hace indispensable que se reparta, de manera equitativa, la riqueza, terminando de paso con la entrega de los bienes de nuestro pueblo bajo el amparo de la propiedad privada.