LA MUERTE DE UN GUERRERO

        Este pasado domingo falleció en Tepic el periodista Enrique Solís Guerra, personaje originario del poblado de El Venado, municipio de Ruiz, y criado en su niñez y juventud en el vecino país de Estados Unidos.

       Solís Guerra, como era conocido en la región de la costa centro de Nayarit que comprende los municipios de Santiago, Ruiz,  Tuxpan y Rosamorada, alternaba la labor de reportero con el voceo de periódico, pues no se amedrentaba y menos rehuía el pregonar periódicos y frutas del lugar donde radicaba para sacar el sustento diario.

        A Enrique ya lo conocíamos como corresponsal de los periódicos tuxpeños “El Heraldo de Tuxpan” y “El Baluarte”, por lo que no dudamos en darle trabajo cuando en 1975 se presentó junto con otro inquieto periodista de su pueblo, Ernesto Morena Sánchez.

       Nos admiraba de Solís Guerra el que se desempeñara en ocasiones como un eficiente traductor del idioma inglés al español, que elaborara amparos a gente humilde y más que tuviera, en una época sumamente machista, a su cargo la crianza de un niño, al que alimentaba con pañolera y biberón y posteriormente cargaba en hombros para protegerlo.

       El pequeño, que era su único hijo, lo bautizó como Benito Luciano Solís Ortega, esto para recordar a su ídolo de la segunda guerra mundial, Benito Mussolini, dictador italiano que tenía como don, ser un gran orador.

       En esa época fuimos testigos de infinidad de batallas que libró Solís Guerra, quien era, como muchos mexicanos, opositor al sistema gobernante, por lo que en más de una ocasión se vio enfrentado a los políticos, llegando a ser ingresado a la penal de Santiago por supuestos delitos de difamación, y ahí, encerrado tras las rejas, jamás se separó de su retoño.

       Pocos nayaritas recuerdan que en la década de los años 80, Enrique Solís Guerra enfrentó con un panfleto editado en los talleres de CORREO DEL PACIFICO al poderoso magisterio, sacando a la luz un medio que llevaba por nombre “Atila” y como lema: “El Azote de los Culeros”, pudiendo derrotar a sus adversarios que buscaron, sin éxito, mil maneras para combatirlo.

        Se debe destacar que Enrique vivió siempre humilde en su natal Venado, que todo su amor lo dedicó en la crianza y educación de su único hijo, al que mandó a la escuela básica, secundaria, Preparatoria y de ahí a la Universidad de Nayarit, donde su retoño estudio la carrera de Derecho de manera sumamente precaria, internado en la Casa del Estudiante.

         La vida de este periodista humilde, que jamás buscó los reflectores y que muchos colegas no le daban el crédito que merecía, jamás buscó ni siquiera ser tomado en cuenta, por lo que seguía produciendo y mandando sus trabajos a que se los publicaran sus amigos que editaban algún medio informativo.

      Como periodista, jamás pidió retribución, menos fue tomado en cuenta por los gobiernos estatales o municipales, lo que tampoco le importaba, ya que la obra más grande emprendida por él, era la formación de su hijo Benito, el que casó, formó una unida familia y jamás abandonó a su padre, al cual, hará cosa de unos 15 años llevó a vivir a Tepic, dándole como residencia una vivienda digna y lo necesario para que disfrutara los últimos años de su vida, pues Enrique nació en 1935, por lo que este 2020 cumplió los 85 años de edad y por su ajetreada vida llena de limitaciones tenía problemas de salud severos.

       Este lunes 16 de Marzo acudimos a la ciudad de Tepic a darle el último adiós a nuestro amigo y colega periodista, el que nos dio una gran lección de vida, esfuerzo y dedicación, que vivió siempre modesto pero orgulloso de la actividad que desempeñaba y la cual no era reconocida ni antes ni ahora por los políticos que gustan que los alaben y se publique en los medios que son más que un mesías.

       Enrique Solís Guerra murió pero jamás claudicó, su vida y ejemplo nos sirven para reafirmar que lo más valiosos que tenemos los seres humanos es a nuestra familia, a la que debemos atender, proteger y preparar para que tengan un mejor futuro y que cuando nos vayamos de este mundo, tengamos la certeza que seremos recordados y valorados por nuestros seres amados.    Descanse en paz nuestro compañero de mil batallas.   

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