La democracia nació hace milenios en Grecia, y era tan simple como el elegir gobernante por mayoría de adeptos, que se reflejaba al aportar cada ciudadano una piedra que al final se contabilizaba para saber cual de los aspirantes al cargo contaba con más apoyo del pueblo.
Este método ha ido cambiando con el correr de los años, ya que las ambiciones de algunas personas los ha llevado a buscar burlar la voluntad popular y en la actualidad se tienen infinidad de estrategias para dejar rezagados a los aspirantes a gobernarnos que tienen mayor respaldo ciudadano.
En México, muchos ingenuos siguen creyendo que con la intervención de un árbitro totalmente ajeno al gobierno, en este caso el IFE y el IEE, este último en los estados, ya no habrá chapuza entre partidos, gobernantes y políticos para dejar con un palmo de narices a los hombres y mujeres que tienen las preferencias electorales, ya que a éstos se les suele dejar sin oportunidad de acceder a los cargos de representación popular al no ser registrados por partido alguno, ya que la fórmula de candidato independiente, pocas veces da resultado cuando se trata de una elección para gobernador, diputado federal u otro encargo importante.
Por esa razón, las dirigencias partidistas son determinantes en las aspiraciones de todos los aspirantes, muchos de los cuales van con la ambición de llegar a cobrar sueldos millonarios de las arcas públicas y otros, de plano para robar como Dios les de a entender.
Lógicamente hay hombres y mujeres con ideales, que buscan cargos para servir a sus comunidades, municipios, estados y lógicamente al país, pero estos son difíciles de detectar debido a la enorme cantidad de aspirantes que se presentan para buscar una oportunidad como precandidato, primero, y después como candidato de alguno de los muchos partidos contendientes en cada elección que tenemos en nuestro país o estado, en nuestro caso, en Nayarit.
O seas que el problema más grande que tenemos los ciudadanos, primero, es elegir a la persona ideal, que sea mujer o un hombre honesto totalmente, que como en el caso del actual presidente de la República, no robe, no mienta y que sea totalmente incorruptible, o sea casi un santo bajado del cielo.
El problema es que para que la gente del pueblo detecte a tal personaje, es casi imposible, y luego está el problema grave que si acaso la mayoría detecta a un varón o una dama con estas cualidades casi místicas, son rechazados por las dirigencias y los partidos con registro.
Existe también el escrutinio al que son sometidos los aspirantes a registro por parte de la autoridad electoral, el IFE, y casi por lo regular son muy pocos los candidatos totalmente honestos que salen en las boletas electorales y participan en las jornadas electorales, proceso también lleno de trampas y chapuza, algunas detectadas de manera oportuna y otras que jamás salen a relucir y ponen a verdaderos pillos en cargos importantes del gobierno.
El resultado final de tantos embrollos para nombrar, registrar y hacer que un candidato honesto y con mucho respaldo popular llegue al proceso final de nuestro sistema democrático, es que se imponen las mañas y por lo mismo se fortalece la corrupción en el gobierno, llegando al poder personas desalmadas, bandidas, narcotraficantes y asesinos, lo que nos ha perjudicado de manera permanente en nuestro país.
Y es que sería sumamente sencillo volver al origen democrático de permitir que sea el pueblo el que determine quién será su representante y en el caso de querer que haya confrontación con otros ciudadanos con reconocida solvencia moral, que hagan campaña de propuestas y expongan las ideas que tengan para beneficiar a todas las familias que van a representar.
De esta manera, además, se dejaría atrás tanta marrullería de partidos electoreros, habría un significativo ahorro en el dinero que ahora se gasta de manera inútil en lograr que se tengan elecciones limpias y trasparentes, y por último, quedaría en la responsabilizar de la mayoría de los ciudadanos si llevan a gobernar a una persona irresponsable y nefasta, tal y como ha sucedido en el pasado reciente, en el que tuvimos a los peores presidentes de la República y a delincuentes gobernando en muchos estados del país.