DEL EDITOR: 10 DE JUNIO, LUTO PARA MEXICO.

Los jóvenes que en 1968 teníamos 20 años de edad, somos testigos de la crueldad del régimen del criminal ex presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz, el que en aras de proteger al país del comunismo, junto con los grupos más reaccionarios y cobardes de nuestro país, no se tentaron el corazón para cometer uno de los crímenes que más nos aterran a la fecha, la matanza estudiantil del 2 de octubre, y vimos cómo cínicamente, unos cuantos meses más tarde, el sátrapa aceptaba la responsabilidad de este evento cruel y desafiante al inaugurar los juegos olímpicos de ese año en México.

Y si esas acciones de represión dejó marcado para siempre a nuestra generación, jamás imaginamos que quien relevó en el cargo al asesino Díaz Ordaz, seguiría por el mismo camino, pues casi tres años más tarde, el ex presidente Luis Echevarría Álvarez cometería otro crimen masivo de jóvenes estudiantes, pues el 10 de junio de 1971, se volvió a utilizar al Ejército y a la policía para asesinar con total alevosía y ventaja, a cientos de estudiantes y familiares de los mismos que participaban en una marcha de protesta.

En la actualidad, las nuevas generaciones de mexicanos no tienen ni siquiera idea de la rabia e impotencia que mantuvimos muchos mexicanos por décadas por estas represiones de las fuerzas armadas del gobierno, el cual en vez de protegernos y procurar nuestra seguridad, quitaban la vida a sus semejantes y compatriotas.

Por esta razón, tanto el 2 de octubre como el 10 de junio, jamás se deben olvidar y ese recuerdo nos debe impulsar para seguir manteniendo nuestra lucha por erradicar la violencia en nuestro país, pues debemos recordar también que los más recientes gobiernos del país, se han comportado de la misma manera, pues se dieron a la tarea de reprimir, asesinar y desaparecer y cientos de miles de compatriotas.

La más reciente masacre en México en contra de jóvenes estudiantes, se dio apenas el 26 de septiembre del 2014, cuando grupos paramilitares, policía judicial y elementos del Ejército, llevaron a cabo la masacre en contra de estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, habiendo llevado a cabo la desaparición de 43 jóvenes, de los cuales, sus restos jamás han sido encontrados.

Todas estas fechas nos deben unir a los mexicanos para exigir que se haga justicia, pues aún se mantiene la impunidad, y aunque los ex presidentes Díaz Ordaz y Luis Echeverría ya murieron, lo menos que debemos hacer es acabar con todo lo que los recuerde quitando nombres  a calles, escuelas y poblados para que no haya constancia de ellos en la historia del país, ya que junto con los crueles asesinos que invadieron México a partir del 12 de octubre 1492, se les debe repudiar y condenar al olvido total.

Los mexicanos jamás debemos olvidar también que por culpa de los últimos mandatarios del país, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, hemos sufrido los embates de una violencia y criminalidad desatada, pues ambos llevaron a cabo la llamada “Guerra contra el Narco”, en la cual utilizaron a los militares y la policía para matar civiles y éstos se organizaron para devolver estas agresiones que han dejado, a la fecha, cientos de miles de víctimas mortales en todo el país.

Por esta razón, mientras tengamos vida, la generación de jóvenes mexicanos de la década de los años 60 y 70, jamás vamos a olvidar a los gobiernos asesinos, menos a quienes hicieron uso de grupos paramilitares y elementos del Ejército para matar a nuestros contemporáneos más valiosos que se preparaban en las universidades, y jamás dejaremos de exigir que se dé con los restos de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa desaparecidos, que se presente o se haga público los nombres de los verdaderos culpables para hacer justicia.

No pararemos tampoco de buscar que haya un cambio radical de gobierno en nuestro país, que el sacrificio de tantos mexicanos sirva, cuando menos, para que en el futuro gocemos de un sistema político que sirva al pueblo, que no explote ni mate a sus semejantes y que tengamos una justa repartición de la riqueza que genera nuestro país para que ya no haya pobres ni marginados en México.

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