Después de un pequeño respiro, los contagios y muertes por el Covid-19 se volvieron a disparar en México, y en algunos estados de la República se tuvo que retroceder al semáforo rojo, verde o naranja.
La alarma se prendió en todo el mundo, pues se dice que hay una reinfección aún mayor que la primera oleada de contagios de este Coronavirus, el que golpeó fuerte la economía mundial y apenas están en recuperación las economías fuertes del planeta.
Aunque sea difícil de entender para mucha gente, esta enfermedad está fuertemente ligada con la economía, ya que para su control, se deben llevar a cabo el aislamiento de personas y por lo mismo, millones de obreros y empleados dejan de laborar, lo que ya ha llevado a la ruina a empresas modestas, o de plano, los empresarios pobres se han visto en la necesidad de dar de baja a la mayor parte de su personal.
El dar atención a los enfermos de Covid-19 en hospitales es sumamente caro, al igual que comprar las vacunas para inmunizar a la población, la que ve con alarma que esto no ha sido suficiente, ya que este Coronavirus ha mutado y en la actualidad se tienen muchas variantes causando estragos en la humanidad.
En los países capitalista más fuertes, el gobierno tomó la decisión de ya no imponer medidas de reclusión de sus ciudadanos en sus casas; tampoco se dieron órdenes para que las empresas dejaran de laborar para proteger a sus trabajadores, a los que deben mandar a sus hogares y seguirles pagando sueldo, lo que es seguro los llevaría al quebranto económico, por lo que se dejó a los asalariados a su suerte, exigiéndoles, eso sí, que se vacunen y protejan para que no contraigan la enfermedad considerada la peor pandemia en muchos siglos.
El gobierno, por su parte, cuida celosamente los recursos públicos, de ahí que en lo menos que piense es en seguir gastando sumas estratosféricas de dinero para invertir en hospitalización, atención médica, medicina y gastos a millones de compatriotas, por lo que opta por lo más cómodo, penalizar a los ciudadanos que no cumplan con las medidas de prevención de contagios de esta enfermedad.
En los estados y municipios, nuestras autoridades movilizan los cuerpos de seguridad pública para obligar que los ciudadanos cumplan las medidas de prevención de infección que decretan los encargados de los programas de salud, los que aplican fuertes sanciones económicas a quienes no las llevan a cabo, sobre todo se ensañan con comerciantes abarroteros de los barrios, taqueros, propietarios de bares, cantinas y en el caso de Nayarit, de los populares botaneros.
Incluso la autoridad se lanza contra algunos trabajadores, los que en su desesperación de no tener empleo ni recibir ningún ingreso de dinero, salen a las calles y buscan desempeñar alguna actividad que les reditúe algún beneficio económico, topándose con la tozudez de los encargados de vigilar que nadie incumpla las órdenes que decreta los gobiernos que se preocupan porque no se incremente el número de enfermos de esta pandemia o que de plano fallezcan, la que no le da a los ciudadanos ninguna alternativa para que sigan subsistiendo, pues al no tener trabajo ni dinero, se les condena a que pasen por muchas penas y sufrimientos.
Y si, es terrible el dolor que produce el Covid-19 entre nuestra población, lamentable también el que haya tanto muerto, pero es el caso que nuestros gobernantes pasan por alto otro problema sumamente grave y mortal, como es la miseria en la que estamos sumergidos por culpa de esas malas decisiones millones de familias pobres en México.
Por esta razón, cuando nuestro pueblo vuelva a la normalidad al superar esta emergencia sanitaria, nos vamos a topar con la novedad que la gente humilde de nuestro barrio que vivía de la venta de dulces y golosinas en las afueras de las escuelas murieron, al igual que cientos de miles de trabajadores que no encontraron trabajo ni recursos para enfrentar la vida en estos muchos meses de emergencia sanitaria, con lo que comprobaremos, en los hechos, que el hambre mata más gente que el Coronavirus.