Para los pacifistas, no hay cosa más sagrada que la vida misma, y por lo mismo rechazamos todo tipo de violencia que atente contra la integridad de nuestros semejantes, incluso la de quienes hayan arrebatado una vida ajena.
Por el respeto a la vida, hemos rechazado siempre la pena de muerte, y en el caso muy especial de México, país en que la violencia cobra cada día decenas de vidas, es urgente llevar a cabo una estrategia que detenga esta situación atroz que nos exhibe ante el mundo como uno de los pueblos más bárbaros del planeta.
En días pasados el presidente de la República se refirió a este caso y señaló que hay que proteger la vida de todos los mexicanos, incluso de los asesinos que secuestran, ejecutan y desparecen a diario a muchos compatriotas, así como la de los militares, guardias nacionales y policías que los combaten.
Y quienes siempre hemos estado en contra de la guerra contra la violencia que declaró el ex presidente de la República Felipe Calderón Hinojoza “El Comandante Borolas”, le damos la razón, ya que en todo conflicto bélico hay bajas en ambos lados, en este caso de mexicanos buenos y malos.
Es una guerra fratricida que ya cobró, oficialmente, la vida de más de 100 mil compatriotas, aunque se habla que la cifra puede ser mucho mayor, quizá lo doble.
El baño de sangre que ha tenido nuestro país en menos de 15 años, es terrible, y lo peor es que parece que la violencia no se detendrá fácilmente, que todavía nos queda mucho por padecer a los mexicanos para alcanzar la anhelada paz, ya que no se tienen condiciones en la actualidad para volver a los tiempos en que la mayoría de nuestros compatriotas no tenían necesidad de incursionar en hechos delictivos para sobrevivir, ya que nuestra sociedad se sigue desquebrajando y la ambición de unos cuantos empresarios poderosos, tiene a millones de mexicanos en una terrible situación de miseria extrema, al grado de que si no actúan, pueden morir de hambre.
El rico siempre quiere más y el pobre sobrevive a duras penas, pero en los tiempos modernos las ambiciones se han desatado y hay grupos que no se detienen ante nada para amasar enormes fortunas, por eso vemos en nuestro país regiones en las que las familias huyen de sus comunidades, en las que políticos y peligrosos delincuentes, les han arrebatado todo su patrimonio.
Quienes no tienen ni siquiera empleo, porque hasta de eso hay crisis en nuestro país, son capaces de acometer cualesquier acción para sobrevivir, como el de ponerse a las órdenes de la delincuencia organizada, ingresar a las fuerzas armadas o cuerpos de seguridad en cualquiera de sus niveles, siendo culpa de los superiores de ambos bandos, policías y delincuentes, el que se tengan constantes enfrentamientos sangrientos en los que las víctimas mortales siempre son de la clase baja, de los mexicanos más pobres.
Es posible que el presidente Obrador se haya referido a esta situación que nos queda muy clara a la mayoría de los mexicanos, los que entendemos que tanto los delincuentes como los integrantes de los cuerpos de seguridad, son compatriotas que buscan sobrevivir en nuestra sociedad como Dios les de a entender, no pueden escoger otra salida porque no la hay.
Otro factor que influye en el incremento de la violencia y la criminalidad es la corrupción y la impunidad, porque la obligación de las autoridades es detener a todo trasgresor de la ley, ponerlo a disposición de los juzgadores y que éstos les den la pena carcelaria que corresponda a su falta, y eso es lo que no está sucediendo en la actualidad en el país.
Los policías no capturan a los criminales y cuando lo hacen, los delincuentes evaden el castigo que se les debe imponer el juez valiéndose de un sin fin de argumentos legaloides en las que utilizan además amenazas que logran intimidar a los juzgadores, situación que urge revertir para lograr que no haya, en el país, ningún delito sin el debido castigo, lo que dejaría a los criminales recluidos en las penales por largos años y a la sociedad mexicana libre de estos peligrosos delincuentes que vemos que no se tientan el corazón para acabar con la existencia de sus semejantes, y sacándolos de las calles, damos seguridad al pueblo de México sin necesidad de acabar con la vida de los criminales.