Después de varios años decidimos salir de nuestro lugar de residencia para trasladarnos al norte del país, ya que nuestro destino final sería la ciudad de Tijuana, Baja California Norte, donde radican nuestras hermanas, las profesoras María Esther y María de Jesús Flores Mejía.
La intención de este viaje era convivir con la numerosa familia que tienen como descendencia directa las dos únicas mujeres del clan Flores Mejía, el que estaba integrado por 10 hermanos, de los cuales seguimos con vida solo cinco, por lo que decidimos estrechar más nuestra relación, pues no sabemos quien sigue de partir de este mundo de un momento a otro.
Debido a la fobia que tengo a los aviones, abordamos en Tuxpan un autobús con destino a la Ciudad de Tijuana, y desde el primer momento que subimos a este vehículo comenzó nuestro calvario, pues uno de los asientos que correspondía a los boletos que nos proporcionó nuestro amigo Héctor Páez Miramontes, el popular “Pelayo”, no funcionaba adecuadamente y no se podía inclinar para que descansáramos de la larga travesía que apenas comenzaba y que nos deparaba muchas sorpresas.
El tramo de Peñas al crucero de Acaponeta, pasó sin novedad, además de que no vimos cambios en el entorno de esta región de la costa norte que estamos acostumbrados a recorrer por nuestra profesión de periodistas, pero al llegar a La Concha, que es frontera de Nayarit con Sinaloa, comenzamos a notar que en esa región había mucho más progreso que en nuestra entidad, aunque los cambios urbanos de mayor relevancia los observamos de Escuinapa en adelante.
Y es que en Nayarit hubo dos administraciones gubernamentales que poco o nada hicieron por trasformar positivamente la imagen de los pueblos de nuestra entidad, pues aunque algunas cabeceras lucen avenidas, en otras se dejó de ejercer obra pública urbana de relevancia, mientras que en Sinaloa no se aflojó el paso en este renglón.
Mazatlán siempre ha sido un destino turístico y puerto de gran relevancia, al que los gobiernos locales, estatal y federal, le han estado inyectando recursos para que siga siendo La Perla del Pacífico, pero nuestro asombró creció de Culiacán en adelante.
En las carreteras de Sinaloa, sin embargo, los pasajeros de nuestro autobús fuimos objeto de revisiones diversas, pues buscaban que no introdujéramos fruta, que no trasladara migrantes centroamericanos, caribeños y de otras partes del mundo que ahora cruzan nuestro país para poder internarse a los Estados Unidos.
A esas alturas, después de muchas horas de camino y retenes, nos internamos al estado de Sonora, donde los problemas de los retenes se duplicaron, por lo que llegamos a pensar que la mayoría de quienes íbamos a bordo de este autobús éramos extranjeros, pues no se nos respetaba el derechos de libre tránsito por nuestra propia Patria.
En este estado, Sonora, nos encontramos que la mayoría de los ejidos son ahora poblaciones bien urbanizadas, en las que notamos además, que la carestía de la vida está igual que en Nayarit, pues los precios de artículos y alimentos eran los mismos que tenemos en nuestra región, lo que nos hizo suponer que aunque la apariencia física es muy diferente a la de nuestros pueblos, hay muchas familias en estos estados que están igual de pobres que los nayaritas.
Vimos también que en los retenes donde había militares, estos elementos de mostraban respetuosos con las personas que bajaban de los autobuses que interceptaban y revisaban, no así policías federales y estatales.
Observamos también que el comercio informal en esta región de México que pensamos era la más próspera y que por lo mismo la gente ganaba carretadas de dinero como empleados, es igual que en cualquiera de nuestros municipios, con precios sumamente bajos en alimentos callejeros.
En nuestro recorrido y antes de llegar a la fronteriza Tijuana, encontramos en nuestro paso a muchos tuxpeños exitosos, ya que quien maneja el autobús es integrantes de la Familia Rodríguez, que siempre se ha dedicado al transporte, así como paisanos que nos hicieron saber que habían mejorado su calidad de vida al salir de su pueblo natal, ya que en otras partes, al viajar, encontraron oportunidades que no desaprovecharon y los catapultaron al éxito.