«Los Muecas en el mesón de los deportes de Ruíz» ¡Que tiempos aquellos! La edad de las ilusiones y las románticas conquistas, donde una mirada tenía mucho significado y podía dar inicio a un noviazgo o una buena amistad. Los paseos de domingo en la plazuela al rededor del kiosco, las funciones del Cine Edén, las tardes en el atrio de la iglesia y los bailes en el antiguo salón del PRI o el barrio de Tijuanita. Quizá para los que hoy vivimos en una ciudad nos cause extrañeza la forma tan sencilla de divertirse en un pueblo allá por los setentas, en donde la tranquilidad del pueblo lo permitía. Los únicos acontecimientos que alteraban la quietud pueblerina eran las fiestas de la virgen, las fiestas patrias, navidad, año nuevo y los bailes de graduación de las escuelas, entonces la aparen te calma tomaba un matiz diferente y se tornaba festivo y colorido. Y aconteció en uno de éstos festejos, una graduación que la línea del tiempo no permite precisar si fue de la secundaria Niños Héroes o la Academia Rojas Beltrán, pero desde semanas antes se anunciaba el fastuoso baile de fin de cursos y quien amenizaría el evento sería un grupo de la región y como estelar un grupo de Mexicali que era por esas fechas muy aclamado y las jovencitas de la época desmayaban con sus canciones, el grupo hasta la fecha se llama «Los Muecas».
Nadie de los jóvenes se lo podía perder, el verlos tocar y cantar, y de pasadita, cantarle al oído a una chica bailando y abrazándola a me día luz, en aquel colorido y lucido evento, era lo máximo. Bravonel se preparó con mucha anticipación, y recortan-do una foto de lo que era su nuevo disco, en donde aparecían los integrantes sobre una combi con parrilla en el techo, con pantalones negros, camisas de color rojo encarnado y tiras de encaje rosado desde el cuello a la cintura, lo mismo que en los puños. Por esas fechas en su nuevo disco traían un éxito, «Amigo mío» que le gustaba mucho a su inseparable amigo Joaquín «El Kiry» Martínez que juntos acordaron la ida al mencionado evento. Tuvo Bravonel que comprar las telas en la tienda de Don Luis Abúd, los encajes y botones, con Don Panchito y mandó hacer su vestimenta con un sastre llamado Martín y que tenía su negocio cerca de la escuela «Lázaro Cárdenas», éste le tomó medidas y el entusiasmado jovenzuelo entregó la foto del traje del grupo.
Llegó el esperado baile y los jóvenes se arremolinaban a las puertas de la presidencia municipal para entrar al magno evento, las jovencitas acompañadas de sus familias llenaban las mesas reservadas con anticipación, muchas parejas daban la vuelta al kiosco esperando el inicio de la ceremonia, Joaquín y Bravonel hacían lo propio sentados en una banca justo frente a la entrada y atentos al bullicio. A las nueve de la noche empezó la presentación del grupo y un teclado reberbereante dejó escuchar las sentidas notas de «Te sentencio», luego le siguieron «Silvia», «Ojalá», «Ironía» y cuando tocaron «Amigo mío», Joaquín puso una cerveza en la mano de Bravonel, el grupo ocupaba un pequeño espacio entre las columnas del edificio, justo enfrente de donde ahora está la oficina del registro civil. Muchas parejas bailaban en la pista que lucía llena de mesas. El grupo traía el mismo atuendo que lucían en la foto de su nuevo disco y Bravonel parecía otro mas de Los Muecas, en eso una muchacha se acercó tímidamente y le preguntó; -Oye, si no estás tocando ahorita… ¿Puedes bailar?- -¡Claro, vamos!- Y bailaron una romántica tanda, que a Bravonel le pareció que pasó demasiado rápido por el encanto vivido, la jovencita era delgada, morena clara, pelo lacio muy negro, terminado en fleco y de unos bellos ojos razgados y ceja bien delineada, su boca de labios delgados, semejaba una gitana por su belleza, bailaron toda la noche, ella le dijo que vivía para el lado de Pemex y que planeaba irse del pueblo para seguir estudiando. Al terminar el baile se despidieron y Bravonel le confesó que no era del grupo, si no que eran sus ídolos y por eso se había vestido así, ella sonrió y dijo que no importaba y que aparte de que lo sospechó, le había agradado su compañía, él se aprestó a acompañarla pero ella le agradeció diciéndole que iba con sus padres. Se despidieron y el osado bribón le dio un beso en la rosada mejilla, ella sonrió y agitó su mano despidiéndose, sus papás la esperaban ya. Bravonel regresó a donde lo esperaba su amigo sonriendo y con una cerveza en la mano, mientras le decía: -¡Me dejas-te sólo cabrón!- rieron mientras saboreaban la refrescante bebida. Cerca de las dos de la mañana se dirigieron a su barrio, había gente en las calles, que alegres referían el suceso del baile, Bravonel estaba muy contento, todavía saboreaba los momentos vividos. Bravonel guardó para siempre su camisa roja conolanes en un baúl al igual que esa noche de romántica música, ese baúl donde guardó la imagen de esa bella jovencita que jamás volvió a ver y que hoy ha de ser una distinguida abuela. ¡Ah, Bravonel, siempre tan caballeroso! Pero hay también los inconvenientes de ser caballero, porque por más que quiere hoy decir el nombre de aquella jovencita, no puede hacerlo porque los caballeros no tienen memoria, puros olvidos.
© Bravonel 22/feb/2019