!Salvador, Salvador! ¿Cuándo se te quitará lo suato? Todo inicio una mañana invernal, de esas que transcurren tranquilamente en los pueblos de calles empedradas, con cantinas de techos de palma y el saludo de los amigos. -¿Estás en el rancho paisa?- -¡Si güerita, estoy con mi primo tomándome una cerveza! ¿Gustas?- -¡Ja, ja, ja, ja, no… prefiero un tejuino!- -¡Al rato voy a la plaza! ¿vamos? ¡Quiero conocerte! -¡Allá no vemos, ja, ja, ja, ja, llevaré trenzas y una flor roja en el pelo!- -¡Te conocería entre mil, sin duda!- dijo Salvador, luego se llevó el teléfono al bolsillo, su cara dibujaba una sonrisa de felicidad. Un año tenían amistándose por el face y ahora el destino parecía darle la oportunidad de conocer a Estrella, aquella mujer de claros ojos, mirada penetrante y sonrisa cautivadora. Nacieron en el mismo pueblo, luego emigraron, ella al sur y el al norte y un día por medio de las redes se hicieron amigos, luego poco a poco con el trato se dieron cuenta que los unían muchas afinidades, muchas noches se desvelaron riendo a través de una pantalla de celular, ella también comentó que cada año iba a su pueblo a las fiestas ejidales, que tenía familiares allí y que se quedaba por días a disfrutar del provincial ambiente. Y así entre mensajes estuvieron de acuerdo que si un día coincidían en su tierra, se saludarían para estrechar los lazos amistosos.
Era día de la fiesta ejidal y Salvador había ido a poner en regla los papeles de un terreno que le dejara su madre antes de morir, así que tendría que esperar hasta el siguiente día porque todos los ejidatarios estaban enfiestados, por lo tanto, invitó a su primo Ismael a la cantina de Juan, famosa por su pescado zarandeado, saludó a Juan que platicaba con otro recién llegado que resultó ser amigo de infancia de Salvador, se saludaron efusivamente y luego se tomaron la foto del recuerdo, se sentaron y las fotos viajaron por las redes, al momento sonó una notificación, era Estrella. -¡A las cinco te espero en la plazuela, no te emborraches, ja, ja, ja, ja!- -Alli estaré sin falta güerita!- A las cinco estaba Salvador en la plazuela, mucha gente abarrotaba el lugar, una banda tocaba, tomó su celular y mandó un mensaje: -¡Estoy en la plazuela, no te veo!- -¡Estoy aquí donde está la banda, espérame!- un minuto pareció eterno.
Otro mensaje llegó al celular de Salvador: -¡Camina media cuadra, estoy comprando un vaso de agua!- Salvador así lo hizo, caminó media cuadra y nada. -¡No te veo, estoy justamente donde venden agua!- -¡Tuve que moverme, voy hacia el corral de piedras, pero por el lado de atrás! ¡Allí te espero!- Oscurecía cundo llegó al corral de piedra, la banda tocaba y había varias camionetas al rededor, rodeó el corral y llegó a la parte de atrás, tampoco la encontró, esperó veinte minutos. ¡Nadie llegó! Molesto, apagó su teléfono y regresó por donde había llegado, cuando estuvo en la casa de su primo, vió su teléfono, tenía tres videollamadas perdidas, mandó mensaje y fué contestado inmediatamente: -Estoy cenando en El Ferrocarrilero, ven- -¡No, ya estoy acostado mañana te veo si gustas, dime dónde vives!- -¡Mañana me voy temprano, tiene que ser ahora!- Salvador tiró a la cama su teléfono y se acostó, tardó mucho en conciliar el sueño. Al día siguiente se bañó y echó su maleta a la cajuela, se despidió de su primo y enfiló por aquella calle por la que caminó tantas veces de niño y tomó la carretera, una hora después, sonó el timbre de notificación y leyó el mensaje: -¡Paisa, siempre me quedé, vivo en la calle Corregidora, número 20!- -Pues yo estoy a medio camino rumbo a casa, será en otra ocasión!- Hundió el acelerador y los verdes árboles en perfecta formación parecían correr hacia atrás subiendo y bajando. Mala suerte, falta de interés, ”eres inalcanzable», fueron las palabras de muchos mensajes, luego el silencio. Pasaron los días y Salvador mandó un mensaje… y le apareció en la pantalla del cel «No puedes responder a esta conversación.
Más información…» ¡Que suato Salvador, que suato! Estuvo a escasas dos cuadras de la casa de Estrella. ¿Estuvo en contra el destino? ¿O faltó interés por parte de los dos? Salvador no quiere averiguarlo porque también es orgulloso y como dicen en el rancho » Le vale madre la balacera». © Bravonel Nov/2019