LAS LOCURAS DE LUCIO: MUERTE NATURAL


Cuento de David Cibrián Santacruz

–Oye Fidencio…¿supiste lo de Lupe?
–¿Lupe?…¿Qué pasa con Lupe?
–¿No sabes que se murió?
–No jodas, Tomás… con razón hace tiempo que no lo miro. ¿Y sabes de qué murió?

Ese Tomás, que supo los pormenores de la suerte de Lupe por la boca de Pancho el elotero, soltó una pregunta antes de informar lo que sabía.
–¿No sabes nada Fidencio?…Se me hace raro.
Todo el mundo sabe que en su desesperación tenía ganas de matarse.
‘Vieras’ visto vale.
Cuando los dolores ya eran insoportables y que él no podía pronunciar palabra, con la pura mirada suplicaba que le dieran el verduguillo, que siempre tenía cerca de la cama.
Yo hasta pienso que… se animaba y no se animaba… Si no,¿cómo te figuras que llorara, mientras echaba los ojos pa’ donde estaba el fierro?
–Oye Tomás… pero no me has dicho de qué murió.
–Vale… la gente dice que se lo comieron las amibas; otros aseguran que le dio cáncer en el hígado. Pa’l caso es lo mismo. Cabrones dolores deben ser muy fuertes; porque Lupe pasó los últimos meses en el puro llanto por el desgraciado dolor.
–Tomás… todavía no me dices de qué murió.
–¡Ah, es cierto Fidencio!…
Mira: Lo que dijo la señora que le dijo el médico, y también el juez… es que murió de muerte natural.
¡Chingada madre, muerte natural mis… mis burros!
¡Qué casualidad!, aquí todo el mundo se muere así.

¿Sabes de qué pienso que se muere la gente, Fidencio?…de pobre. La méndiga pobreza acaba con la gente de aquí. No nos deja vivir un día de más.
Casualidá tan cabrona Fidencio:
Te da tos, te mueres… te da gripa, te mueres… si es un dolor de panza como ese que le dio a Lupe, lo mismo… ¡Lo que te dé cuando ya te toca, te mueres!
¡A eso le llaman «muerte natural»!… ¿Por qué no dicen, lo mató la pobreza?

Mira Fidencio… ahí está Chuy la de Fidencio Barreto; hace quince días que le apareció un dolor de cabeza que la carga loca…
‘Vieras’ nomás.
Se pone trapos calientes, vaporú, agua fría, agua caliente, toma Mejorales y yerbajos de los que te dé mi chingada gana…
Ahi anda, vale; todos los días está en vivo lamento con su melindre apretado. Te aseguro que de eso va a morir. Al final, otra vez nos van a decir que fue de muerte natural.

¿Sabes a qué le llamo ‘muerte natural’, Fidencio… sabes?; a la que llega cuando la gente se hace vieja.
¿Cómo voy a ‘crer’, que con cincuenta años como los de Lupe… y con cuarenta como los que debe tener Chuy la de Felipe Barreto, ya sea pa’ que uno acabe de muerte natural?
¡Están locos Fidencio, están locos!… Yo de una cosa estoy seguro: La pobreza que vivimos aquí, es una enfermedá muy perra.

Tomás no era adivino. Pero una cosa tenía, que vecinos y no vecinos le admiraban: Conocía la realidad del mundo.
La falta de aquello que llamaban «derecho a la salud»… de dinero para pagar un médico y la medicina… y también la mala alimentación, daban como resultado que la gente muriera por cualquier cosa.
Si a eso le ponían como garantía las plagas de alacranes y víboras… y los eternos zancudos que producían enfermedades diferentes y raras, no había qué discutir; el que se enfermaba, se moría.
Qué distinta era la vida, para las familias que tenían qué comer y con qué ir al médico. Esas gentes sí llegaban a viejas. Bien lo sabía Tomás.

Cuatro meses después se le vio diciendo:
–Qui’ubo Fidencio, ¿recuerdas lo que te platiqué?… Hasta parece que fue ayer.
Pa’ nosotros que gracias a Dios tenemos salú, parece que no ha pasado el tiempo. Pero ella… mírala, por fin está descansando de las penas.
Dios le concedió el eterno reposo y le quitó los dolores de cabeza; también le quitó los desvelos, y la tanta desesperación que pasó escondida en el melindre.
Pobre mujer; que Dios la tenga en su santo reino.

–¿Y de qué moriría, Tomás… sabes algo?
–Voy llegando, Fidencio… pero dicen que tenía migraña. Otras gentes aseguran que la mató una gripa ‘costipada’…pero su marido Felipe Barreto, cuenta que tenía un tumor… el médico se lo dijo.
Y por cierto, cuando le preguntó si podía llevarla con un cirujano «nurólogo», él dijo:
Pos no sé, ¿como cuánto ‘cre’ que me salga el chiste?

–Mira Felipe… la cirugía tal vez cueste unos diez mil pesos. Aparte, tendrías que pagar el cuarto de la paciente, tu hospedaje en la ciudad, tu alimentación, los pasajes… entre todo pudiera salir como en quince mil pesos.

Eh, Felipe… desde que oyó la palabra ‘miles’ se puso una mano en la frente, arrugó la cara y soltó el llanto como los niños. No pudo escuchar más.
–¿Qué pasa, Felipe? -Preguntó el doctor-; ¿dije algo malo?
–¡Sí, doctor!… ¿Con qué voy a pagar los miles que dice… con qué?
Nomás pa’ traerla con usté, vendí dos puercos de engorda, y voy a regresar sin cinco al rancho… ¿se imagina lo que son ‘miles’ para mí, se imagina?
Tengo un burro viejo que uso pa’ la leña; no tengo más. ¿Sabe cuánto me darían por él si pudieran ayudarme… sabe cuánto?
¡Doscientos pesos doctor, doscientos!
Lo que usté me dice con los ‘miles’, es que me la lleve y me deje de chingaderas… me está diciendo que la deje morir, doctor.

–Ahí está, Fidencio -dijo Tomás-; Chuy es otra víctima de la pobreza.
No murió por causa del tumor. Tampoco de migraña ni de gripa mal cuidada… la mató la pobreza; y eso aquí y donde te dé mi chingada gana, no es muerte natural.

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