Lunes 9 de noviembre del 2015.- Muchos tuxpeños de edad avanzada recuerdan aún el crimen cometido en la persona del ingeniero David García C., el cual tenía como actividad el habilitar a agricultores de este municipio y a otros de la región, y el cual contaba con el aprecio de infinidad de personas que vivían en la ciudad de Tuxpan.
El ingeniero David García tenía su domicilio en un edificio que aún se encuentra en pie en la esquina de las calles Independencia y Zaragoza, el cual es conocido popularmente como “La Ochavada” y se tomó como modelo para la construcción del palacio municipal, según cuentan. La cuestión es, dicen los enterados, que este ingeniero dio cobijo a un joven paria, al cual cuidó como hijo propio y por lo mismo compartía su casa, y en el año de 1942, un deudor de esta persona, el que se dice era originario de Santiago Ixcuintla, convenció a este joven que asesinara a su protector y a cambio recibiría una gran cantidad de dinero. El protegido del ingeniero David García aprovechó que el 26 de diciembre de ese año por la madrugada, su benefactor estaba profundamente dormido, quizá cansado del ajetreo de la Navidad, para quitarle la vida con pavoroso y filoso cuchillo, sin tomar en cuenta que su víctima, hombre de edad media estaba aún sumamente fuerte y por lo mismo opondría resistencia o cuando menos pediría auxilio, cosa que ocurrió, corriendo al lugar de los hechos un militar, ya que a escasos metros del lugar donde se cometió este atroz crimen se encontraba un cuartel militar, el que se ubicaba exactamente en lo que ahora son oficinas del DIF municipal. El militar topó al criminal cuando este bajaba las escaleras de este edificio cuchillo en mano para darse a la fuga, y al verse amenazado sacó su pistola y dejó muerto ahí al ingrato criminal del profesionista. La cosa es que la población tuxpense en esos entonces tomó la determinación de enterrar al ingeniero David García en el panteón municipal y colocar en su tumba la historia de la traición de la que fue víctima, mientras que el cadáver del criminal fue enterrado fuera de ahí, en un lugar desconocido para la mayoría, perdiéndose así todo vestigio del paso por la vida del responsable de este crimen que conmocionó a la sociedad local en el ya lejano año de 1942. Esta historia ilustra totalmente el sufrimiento y daño que los criminales de los estudiantes de Ayotzinapa, en Guerrero, están provocando a los familiares de los 43 estudiantes de esa normal, los que no encuentran a sus seres queridos ni vivos ni muertos, pues estos mártires recibieron, sin merecerlo, el castigo que en ese tiempo dio la sociedad coquera a un torvo criminal, al cual ni siquiera dieron cabida, ya muerto, en el camposanto, y sus restos y recuerdos se perdieron totalmente con el paso de los años, siendo como si jamás hubiera existido. (Nota de FOMA).