Mientras que en Nayarit este martes 19 de septiembre la gente vivía momentos de mucha felicidad y se daban demostraciones de júbilo y apoyo al nuevo gobernador del estado, Antonio Echevarría García, la Ciudad de México vivía momentos de terror junto con otras entidades del centro de la República al registrarse un sismo de magnitud 7.1, el cual fue suficiente para hacer caer grandes edificios y matar a más de 200 personas, entre las que se encuentran decenas de niños.
La gente en nuestra entidad se mostraba eufórica y con la esperanza que las nuevas autoridades resuelvan los grandes y graves problemas que padece nuestra entidad, ya que incluso a la hora del evento político, se registraban balaceras y ejecuciones en la capital de nuestro estado, cayendo sin vida en una emboscada un personaje de alto rango dentro de nuestra sociedad, como es el caso de Hugo Sánchez Sandoval, sobrino del gobernador saliente, Roberto Sandoval Castañeda.
Con ambos acontecimientos, de inmediato hubo gente que reaccionó y manifestó a través de la redes sociales que no debía haber celebración festiva en nuestra entidad, esto en solidaridad con el dolor que priva en miles de familias de nuestro territorio nacional afectado por los huracanas y terremotos, siendo lo más lamentable y trágico el hecho que en la Ciudad de México se recordaba ese día el gran terremoto de 1985, el cual tuvo lugar la mañana de un 19 de septiembre y el que dejó más de 10 mil personas fallecidas e infinidad de desaparecidos, entre ellos el empresario Don Roberto Mondragón y uno de sus hijos, tepicenses que el día de la tragedia se encontraban en la capital de la República en plan de negocios para el canal 2 de televisión de la que son propietarios la familia Mondragón.
Ese martes era día de luto nacional y para los nayaritas que vemos que no cesa la violencia y criminalidad, que tenemos todos los días hechos que lamentar y que dejan profundo dolor a nuestro pueblo y luto en muchos hogares, donde de inmediato se nota la ausencia del esposo, padre y hermano, además que lo macabro y novedoso de los hechos de sangre, es que ahora los criminales no se detienen ante nada y matan niños y mujeres.
Hay alegría porque ahora tenemos mejor futuro, es verdad, pero duele en el alma el ver a nuestro pueblo lleno de terror y miedo, tanto por los eventos que desata la naturaleza como por los que provoca la maldad humana, la ambición y ansias de poder de algunas gentes y grupos.
También tenemos enorme miseria, falta de empleo y oportunidades sobre todo para mucha gente joven, la que por esa razón se tira a los vicios o abandona su tierra, familia y amigos.
Ante panorama tan sombrío podemos poner buena cara al mal tiempo, dar nuestro apoyo a quien ya es nuestro nuevo líder, desearle la mejor de las suertes y pedirle nos ayude para que haya paz, que se haga justicia y llegue la prosperidad y bienestar a todas las familias de Nayarit, pero de eso a festejar hay un profundo abismo de por medio, ya que no podemos estar bailando, gozando de la música y gran ambiente con comida y bebida en abundancia ante tanta adversidad.
Estamos inmersos en grandes catástrofes, en las que gente de todos los sectores sociales de la Ciudad de México pusieron el ejemplo a seguir, ya que al saber que había personas en dificultas bajos los escombros de los edificios y casas que derrumbó el sismo, de inmediato se pusieron a trabajar en su rescate, y ante la falta de herramientas adecuadas, utilizaban sus propias manos.
Estos grandes ejemplos si nos deben mover al aplauso, al festejo para reconocer a esas decenas de miles de héroes anónimos, los cuales arriesgaban todo para salvar vidas y sacar cadáveres y heridos de entre las muchas toneladas de escombros, lo que cobró, incluso, la vida de una rescatista.
Por eso hay que festejar a la solidaridad y heroísmo de nuestro pueblo, el que ante la adversidad está dando muestras que lucha para salir adelante sin pedir nada a cambio, siendo esa nobleza la que nos hace víctima a los mexicanos de gente malvada que incluso lucra con el dolor de sus semejantes.