No cabe duda que el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, se ganó la rifa del tigre, puesto que recibirá un país sumido en la más grande de las crisis de la que no será nada fácil salir.
Lógicamente, el próximo presidente de la República, contará con el decidido apoyo de una gran mayoría de mexicanos, los que nos estamos sumando ya a su proyecto de erradicar la corrupción para combatir la violencia y criminalidad extrema que estamos viviendo desde hace casi dos décadas y la que parece no tiene para cuando terminar.
Es menester señalar que nuestro pueblo vive una marginación que nos ha convertido, a millones de compatriotas, en verdaderos parias, mientras que muchos jóvenes no conocieron los tiempos de abundancia, cuando un trabajador, con su salario, podía mantener y dar estudio a una numerosa familia, en la que la madre se dedicaba a la crianza de su prole, no a desempeñar una labor ajena para llevar dinero al hogar.
Los ricos, la burguesía, dieron en llamar a esta situación, el que las mujeres casadas fueran obligadas a trabajar porque el salario del esposo no era suficiente, “liberación” y “emancipación”, por lo que casi nadie se dio cuenta que de esa manera los mexicanos fuimos sometidos a mayor explotación por nuestros explotadores, quienes año con año iban reduciendo la capacidad adquisitiva de los salarios.
Para que haya una idea del poder de los salarios hace apenas poco más de cuatro décadas, el trabajador más humilde recibía 25 pesos, cantidad suficiente para mantener un hogar, pero en el caso de la mayoría de los asalariados, ganábamos, mínimo, 35 pesos y en el caso de los tipógrafos, como se conoce a quienes laborábamos en las imprentas, podíamos aspirar a tener un ingreso diario de 70.
Para que haya idea de lo que eran esos pesos en esa época, en la actualidad solo podemos comparar esa cantidad en los mil pesos, y aunque parezca increíble, habíamos obreros que percibíamos tres veces esa cantidad, o sea 210, siempre y cuando fuera uno capaz de laborar tres turnos de 6 horas cada uno.
En la costa norte de Nayarit, los productores de tabaco tenían sobrantes de 20 mil pesos por hectárea, por lo que muchos eran prósperos agricultores dueños de sus propias herramientas de trabajo, incluyendo tractores para arar sus parcelas.
Luego de muchos años de criticar ese sistema de sociedad que manteníamos los mexicanos, algunos “intelectuales” convencieron a la clase política que dieran marcha atrás a la nacionalización de empresas, haciendo profundas reformas que quitaron todo poder a los ejidos, haciendo también tambalear a la mayoría de los sindicatos, dejando solo a los que convenían a los intereses de empresarios extranjeros y nacionales, por lo que la clase trabajadora comenzó a retroceder, al grado que año con año dejaban que el poder adquisitivo del salario fuera cada vez menos, llegando a la ridiculez de los 80 pesos del sueldo mínimo en la actualidad.
Desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el gran capital mundial, los poderosos empresarios mexicanos y la familia política de nuestro país, idearon una estrategia para someter a México y a los mexicanos a la mayor de las explotaciones, teniendo para esto que privatizar los bienes de la nación y adueñarse de la riqueza que posee nuestro pueblo, lo que a la fecha han concretado, siendo esta desmedida ambición de dinero y poder lo que nos tiene a los habitantes del país en calidad de parias.
Revertir esta realidad no será tarea fácil para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, más si no comienza por arrimar a los traidores a la patria ante la justicia, esto para hacerlos responsables de la crisis que vivimos los mexicanos y que nos ha costado cientos de miles de vidas.
Como en las anteriores grandes transformaciones de México, urge el reacomodo del tejido social, lo que solo se logrará con la equitativa repartición de la riqueza y para ello es necesario entregar de nuevo la tierra a quienes la trabajan y los medios de producción a los obreros, los que además deben encabezar los gobiernos en los estados y municipios.