Cada día que pasa se agudiza más en México la miseria, situación que mantiene desesperada a las familias marginadas, las que suman, hoy en día, muchos millones de mexicanos en extrema desesperación y los brotes de inconformidad se reflejan en la violencia y criminalidad que mantenemos en la actualidad en todo el territorio nacional.
No calma la angustia y la inseguridad que padecemos en todo el territorio nacional, el que se nos de a conocer los datos rojos de los militares y policías caído en el cumplimiento de su deber en la lucha contra la delincuencia organizada, ni siquiera que se diga que “esta guerra”, como la declaró el ex presidente de la República Felipe Calderón Hinojoza, hay decenas de miles de delincuentes abatidos por las fuerzas del orden, ya que en todo caso, militares y civiles, son mexicanos que han perdido la vida en esta lucha estéril provocada por la avaricia de unos cuantos.
Y es que al fin y al cabo, es la falta de dinero, de sustento, de millones de compatriotas lo que obliga a que entren a los grupos de la delincuencia organizada, que luchen hasta perder la vida buscando, como el sueño americano de muchos emigrantes, la quimera de una vida mejor.
Mientras existan tan tos contrastes entre ricos y pobres, jamás se dejara de dar la lucha entre ambas clases sociales y lo que es peor, provocará millones de víctimas entre la gente desesperada, sobre todo jóvenes que aspiran a realizar todas las metas que se han propuesto en la vida, sobre todo para triunfar y tener fortuna, mínimo, lo necesario para llevar a cabo una vida feliz, sin sobresaltos económicos ni incertidumbre por la miseria.
Los rico, e n su ambición, no dan importancia a esa justa aspiración de las mayorías, el de una vida feliz sin problemas económicos, por el contrario, siempre ven la manera de mantener cautivos y en la miseria a sus oponentes, los pobres, a los que les re gatean incluso muchos de sus derechos como seres humanos, como es el que reciban educación, atención a su salud, empleo y una justa paga por su esfuerzo.
En las últimas décadas, se nos han creado a los mexicanos infinidad de necesidades, muchas superfluas, pero que nos cuestan una buena suma del poco dinero que conseguimos, como son el tener que pagar internet, recargas a los celulares, el que consumamos tal o cual alimento que goza de fama aunque no nutra, el que vistamos de acuerdo a la moda o porque así lo hace tal o cual artista, etc.
Por si fuera poco, todos los mexicanos somos víctima de la propaganda de consumo de sustancias nocivas para nuestra salud, pasando de moda los cigarrillos o los refrescos, y a que “la onda”, son las drogas o los medicamentos con los que muchos de nuestros jóvenes hacen retos virales que se publican en las redes sociales.
Ni que decir de la compra de terrenos casi a precios regalado que hacen los millonarios empresarios a los ejidatarios, construyendo en esos terrenos fabulosos negocios como las carreteras de cuota que ahora llenan todo nuestro territorio nacional, las cuales encarecen todo lo que por ahí pasa, sobre todo los alimentos básicos de las familias miserables, y der paso, regresa la tierra a la poderosa clase empresarial y privilegiada, esa misma que sin saberlo, está cavando su propia tumba en un México que ya despertó y que buscará que la Cuarta Trasformación del país no se detenga en dar migajas a los miserables, si no que les haca justicia y cambie para siempre este injusto sistema que nos gobierna.
La clase poderosa en México, sin embargo, tiene la oportunidad de llevar la fiesta en paz, de buscar la manera de una transición pacífica e incluso, como pasó con varios revolucio9nartios en otras naciones del mundo, aunque sean de la nobleza se sumen a la justa lucha de su pueblo.
También pueden buscar la manera de comenzar a cambiar la situación actual, dar mejor vida a sus oponentes pobres, dejar de lado su voraz apetito por el dinero fácil, buscar convivir sin corrupción con su pueblo y alargar el colapso natural que por cuestiones de tiempo, durará este sistema de gobierno burgués y capitalista que a más de 200 años de nuestra independencia no se han hartado de matarnos de hambre.