«Santos Navarro y Bravonel por Coamiles»
Santos Navarro Hernández, fué un integrante de una tercia de pelafustanes que era conformada por Joaquín El Kiry Martínez y Bravonel, de la misma camada, del mismo barrio, amigos desde la niñez, amigos de trompo y canicas y de incipientes aventurillas de jóvenes, en ocasiones la tercia era convertida en par, porque Santos y Joaquín siempre andaban peleados por «incompatibilidad de caracteres» por decirlo de alguna manera, Joaquín era de carácter fuerte mientras que Santos era alocado, vacilón y dicharachero, un poco presumido, y tenía sus razones; era hijo único de doña Josefa y don Epifanio quienes tenían un puesto de verduras en el mercado, mientras que Joaquín era el más chico de cuatro hermanos de doña Juliana y don Luz y vivian enfrente las dos familias en la esquina que forman las calles de Laureles y Góngora y Querétaro.
Bravonel era el más humilde de los dos ya que no tuvo la oportunidad de asistir a la escuela, para él siempre fueron sus amigos de opuesta personalidad y el jamón del sandwich que los unía, aunque a veces le costaba trabajo tal tarea. En una de las tantas disoluciones de la tercia, ya jovenes, Santos que trabajaba en una distribuidora de sandalias y a quién le habían confiado una combi wv nuevecita, fue a buscar a Bravonel y le contó que había tomado ese trabajo que le redituaba aparte de buena ganancia; la satisfacción de recorrer la rancherada de varios municipios y claro, con ello la oportunidad de conocer mucha gente y algunas chicas y que gracias a ello en el poblado de Coamiles se había hecho amigo de un hombre llamado Cuco Reséndiz que era jefe una de las muchas cuadrillas que se encargaban de trabajar en el campo en la recolección de la jícama, el corte de chile y tomate, el ensarte de tabaco y todo lo relacionado con la cosecha y que por lo regular el género de los trabajadores era en su mayoría femenino, luego le confío que en baile sabatino se hizo novio de una muchacha de la cual Bravonel no recuerda el nombre, sólo que le decían la Polla y ya con los anteriores antecedentes invitó a Bravonel a acompañarlo el próximo sábado a la plazuela de Coamiles al baile, Bravonel aceptó, le agradaba la idea de salir de la rutina y que mejor que ir a conocer dicho pueblo y de pasada tomarse un refresco y ver las hazañas de Santos y la famosa y mentada Polla. Convinieron en partir a las siete de la noche para estar en el baile que empezaba a las ocho, la idea era ir un rato y regresar a buena hora; antes
de las doce, porque Bravonel madrugaba a las cuatro para ir a la panadería, llegó el esperado sábado y bañados, peinados y bien perfumados enfilaron hacia Coamiles, que es municipio de Tuxpan a aproximadamente quince kilómetros de Ruiz, pronto estuvieron en la Internacional (la carretera número 15), cruzaron Peñitas y luego avistaron la carretera de terracería hacía el sur del río San Pedro, la brecha estaba sembrada en ambos lados por melón, chile, tomate, jícama y tabaco, se habían anticipado un poco llegaron a las cinco de la tarde, algunas camionetas utilizadas como transporte de personal regresaban llenas de gente que reían y cantaban después de una ardua jornada de trabajo, la mayoría eran mujeres y armaban tremendo borlote. Varias camionetas alcanzaron la combi y no hubo una en la que no se soltara un festejo de aplausos, risas, canciones y saludos, de una de ellas una muchacha gritó: -¡Adiós Santos, nos vemos al rato!- -¡Orale!- contestó Santos visiblemente emocionado y sonriente. -¡Es mi novia!- dijo Santos a Bravonel. -¡Vamos a la casa de Cuco, allí van a llegar las muchachas!- y se dirigieron por una calle con casas de grandes corrales donde abundaban los almendros, los árboles de pimientillos, eucaliptos y algunas palmeras. Llegaron a la casa de Cuco Reséndiz y ya estaba listo, pero maquillaba y peinaba a la muchacha que se lo pedía, Santos invitó los refrescos y entre plática, risas y humo de cigarrillos llegaron las ocho de la noche y un grupo como de diez jovencitas acompañaban a Cuco y los visitantes, llegaron a la plazuela, un grupo amenizaba el baile, Santos tomó de la mano a su novia y dijo a Bravonel: -¡A bailar mi chingón, no se aprime!- una de las muchachas sonrió complaciente y el taimado de Bravonel la llevó hasta el centro de la pista, bailaron algunas tandas y cuando dieron las once y media, Santos y Bravonel se despidieron, varios sábados fueron a la plazuela de Coamiles, que en ese tiempo era de pura tierra blanquizca pero que en los bailes siempre lució muy limpia y regadita. Luego los constantes ires y venires de Santos acabaron con las agradables noches sabatinas de baile y seguramente con su noviazgo con la Polla, hoy quizás ella y aquella decena de jovencitas junto con Cuco Reséndiz peinan canas y son abuelos que les cuentan anécdotas a los nietos al igual que Bravonel y Santos quien se acaba de pensionar y vive actualmente en Mexicali, Baja California, según el último reporte. ©Bravonel 07/feb/2021