El arribo de nuevo de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos, no tomó esta vez a México desprevenido como en su primera vez, en la que provocó, con sus permanentes bravuconadas, que se tuvieran cuatro años de incertidumbre en nuestro país por sus críticas y embates con los que buscaba tener de rodillas al gobierno mexicano.
Ahora, quienes gobiernan los países que están en la mira del belicoso Trump, saben que todas las amenazas que lanza son como los ladridos de los perros bravos, pues como líder del capitalismo mundial, lo último que desea Estados Unidos es provocar conflictos que le peguen a su economía y esto es lo que sucederá casi de inmediato si persiste en buscar conflictos en la relación comercial con sus dos principales aliados en esa materia, como son Canadá y México.
Otro impacto severo, económicamente hablando, lo resentirá el pueblo norteamericano si este gobernante rijoso cumple su amenaza de sacar de ese territorio a muchos emigrantes latinos, o que regresa a personas nacidas en territorio norteamericano hijos de emigrantes indocumentados, incluso si reduce a cero la llegada de personas a ese país en el que se dedican a levantar las cosechas del campo y desempeñar las labores más pesadas y mal pagadas en los Estados Unidos, las que se niegan a realizar la inmensa mayoría de norteamericanos, pues casi se tiene a esos trabajadores en situación de esclavos.
Otra de las errores que pagaría a muy alto precio nuestro vecino país del norte, es su país llega a tener, a corto plazo, un conflicto bélico con otra nación, ya que ha comprobado a lo largo de su historia, que aunque gane las guerras, está acumulando un gran número de enemigos que a largo plazo le van a causar severos daños, además de que todo enfrentamiento armado tiene altísimos costos y merma su capacidad de defensa en su propio territorio.
Pero incluso si Donald Trump no cumple durante su mandato ninguna de las muchas amenazas que a diario lanza al mundo, lo que jamás va a detener es su política de hostigamiento verbal, ya que ese es su estilo como personaje de la política internacional, en la que se han querido igualar a este personaje, el actual presidente de Argentina, Javier Milei o en el pasado el Primer Ministro de Reino Unido, Boris Johnso..
También hay que entender que los norteamericanos y los mexicanos hemos tenido siglos de buena relación y amistad, la que han roto malos gobiernos de ambos países, pues en el fondo los habitantes de estos dos países entendemos que como vecinos, debemos cooperar unos con otros, yendo al territorio que en su momento, ofrezca mejores condiciones de trabajo, bienestar, seguridad y paz.
No somos los nativos americanos quienes nos discriminamos y descalificamos en ambos lados de la frontera norte de México, quienes nos siguen viendo con desconfianza en los Estados Unidos, son los descendientes de los migrantes ingleses o de países europeos los que siempre han rechazado a los latinoamericanos, a los que siguen culpando de todos los males que ocurren en territorio yanqui por más aportaciones que hagan al gobierno y pueblo norteamericano.
Por eso no es novedad el trato que los ha dado a los mexicanos en el pasado y el presente Donald Trump, el cual debemos reconocer que no va a cambiar nunca, pues es un millonario engreído, déspota, mentiroso que busca la manera de trascender en la historia del mundo como un guerrero implacable e invencile, el “Supermán” que tuvo a sus pies a toda la humanidad, aunque en realidad sea todo lo contrario.
Por eso no vale ni siquiera la pena estar escuchando las noticias sensacionalistas que sobre esta persona se dan a través de todos los medios de comunicación en la actualidad y cuando se trate de amenazas contra nuestro país, razonar como Miguel Cervantes Saavedra: “ladran los perros, Sancho, señal que vamos cabalgando”.