Recién descubrí, casi por casualidad, que la maldad está donde menos esperamos, pues al revisar mi teléfono, el cual suelo prestar a quien sea, incluyendo a mis pequeños nietos, vi un mensaje lleno de pornografía que un individuo, presuntamente extranjero, enviaba a una menor de edad. Seguir leyendo DEL EDITOR: PERDIDA DE VALORES MORALES