«Jueves santo, rio San Pedro»
Toda la ribera del rio desde el puente del ferrocarril que también sirve para conectar al poblado del 80 con Ruiz, hasta el bajadero de la bomba de agua donde los carros de mulas de don Rodolfo Salcedo y sus hijos; Chuy, Celso y luego Rodolfo Jr, cargaban arena, piedra y tierra lama, conoció el mentado Bravonel caminando a pie y acompañado siempre de sus amigos del barrio cuando iban a pescar o simplemente a bañarse en sus todavía, limpias y cristalinas aguas, allá por los setentas, el rio, hasta la fecha sigue siendo punto de reunión de muchas familias en temporada de calor, semana santa, el primero de mayo y los días de descanso, que en Ruiz son los jueves, día en que el comercio cierra y los empleados descansan. ¡El rio San Pedro! Si hablara, cuantas cosas contara, cuantas dichas, cuantos pesares quedaron en sus milenarias piedras, en sus playas arenosas, en sus aguas que susurran historias.
Allí el adolescente y recién huerfano Bravonel, un lejano día, fué rescatado de las mansas aguas del rio luego de resbalar de una piedra cuando jugaba con sus amigos sin haber aprendido a nadar, en esas aguas muchos años después perdió la vida Hilario Razura, sobrino de doña Herlinda quién fuera dueña de una de las casas de mala nota del pueblo, allí también en el puente se supo de algunos accidentes de gentes conocidas del pueblo, Bravonel recuerda uno; el de un hijo de los Gomez, campesinos quienes vivieron en una de las esquinas que forman las calles Zapata y Puebla, y que un dia cayera desde el puente y se rompiera una pierna y lo dejó con dificultades para caminar, allí también tuvo Bravonel la mala experiencia de quedar atrapado a medio puente, con todo y bicicleta y con una sandía amarrada a la parrilla en uno de los salvavidas que eran un cuadro saliente del puente de aproximadamente un metro cuadrado, el cual soporta encima siempre, un tambo de doscientos litros de agua y que aferrado a él, el muchacho soportó el tremendo y ensordecedor traqueteo del paso de un tren carguero que veloz pasaba a escasos centímetros de su bicicleta, jamás volvió a cruzar por allí. Pero también el rio tiene historias que se salvan de la tragedia y que merecen ser contadas para que no las entierre el olvido. Nos vamos a remontar mas o menos al año de 1972, cuando el pillo de Bravonel hacía sus pininos en las difíciles artes del amor, luego de un anterior fracaso en dichas lides, tuvo su segunda oportunidad con una muchacha a quién llamaremos Santa para proteger su identidad y que por esos tiempos era estudiante de sexto grado de una de las escuelas mas conocidas y de renombre en el pueblo, ella tenía (no entiendo el porqué) 14 años y Bravonel había cumplido 17 precisamente el dia en que ella le dió el sí, un sábado 25 de noviembre a las nueve de la noche en una banca bajo la sombra de un alcahuete almendro de la plazuela principal, frente a la presidencia municipal, el reloj había sonado las nueve campanadas cuando todavía funcionaba, pasaron los meses, la relación accidentada y mal vista por los tutores de la adolescente, debido a la «gran» diferencia en edades(tres años) de los incipientes novios y que daban cabe con cierta complacencia de los mismos, de ser competida hasta por los amigos del pretendiente, con tal de dar al traste con el «no deseado» noviazgo y auyentarlo como si fuera ave de mal agüero, aún así se las ingeniaban para verse y platicar y estar juntos aunque fuera unos minutos y por supuesto que a falta de cantidad, su tiempo era de calidad. Llegó la cuaresma, la única que compartieron juntos pero que seguramente fué inolvidable y precisamente un jueves santo coincidieron en el rio, justamente en una playa de blanca y gruesa arena, bajo unos sauces y un juaniquil por la parte de atrás del panteón, ella iba con un short amarillo y un tímido y sobrio traje de baño floreado con tonos también del mismo color, iba con unas amigas de apellido Vallín, Bravonel iba con algunos amigos de los cuales tampoco diré sus nombres, al llegar Bravonel se dirigió hacia ella y se apartaron un poco, luego se metieron al rio, no abundaré en detalles que no pasaron del beso, la sonrisa y el abrazo, luego él y sus amigos cruzaron varias veces el rio en competencia de nado, total que de tanto andar de un lado hacia otro, les quedó lejos el lugar de reunión y tuvieron que regresar a pleno rayo del sol por una playa de arena mas caliente que un comal, corriendo como burros sin rienda hasta llegar a donde pudieron nuevamente meterse al agua y apagar la tremenda quemada de pies, eso sí, nadie se quejó ni hizo comentario alguno, pues eran hazañas de valor y honor y creo que de dolor y mucho ardor. Cayó la tarde, Bravonel no recuerda otra tan romántica, bajo unos sauces y un juaniquil, la arena blanca, unos ojos negros y unos breves labios deseosos de tímidos besos, el jueves envejecía teñido por unos dorados rayos de sol que se escondían poco a poco detrás de las faldas del cerro de Peñas, para luego descender en el palmar de Tuxpan. Tres meses después partió Santa hacia Mazatlán, un mes después Bravonel es invitado por un amigo a dicho puerto y conoció por primera vez un barco pesquero «El catrín» en el que recorrería la costa de Sinaloa y Sonora y después de un mes de nauseas, mareos y desveladas, se ganó casi mil pesos, haciendo nacer en él la idea de ser pescador, ella siguió viviendo en el puerto, él regresó a su pueblo, una sola vez regresó ella y se encontraron y Bravonel prometió ir en su busca pero nunca la encontro y dándose por vencido regreso al pueblo y trató de olvidar. 8 o 9 años después como coincidencia también un 25 de noviembre la encontraría por casualidad, tanto ella como él estaban casados, con hijos, el destino los separó pero los volvió a juntar para que se vieran por última vez, platicaran y se dijeran adiós para siempre con una sonrisa y un tierno beso, unas veces duele el recuerdo, pero otras, duele mas una quemada de patas en la arena caliente, ahora mas que nunca considero a Cuauhtémoc, él ni siquiera tenía un rio cerca, ni estaba enamorado. Bravonel recuerda con mucho agrado el caudaloso rio, nutrido de agua café, sucia por la lluvia que baja de la sierra en tiempo de aguas que se tornan transparentes y tranquilas en cuaresma invitando a refrescarse en ellas. Te saluda Bravonel con el mismo aprecio de antes y con mucho respeto, tú guardas muchas historias, muchas. © Bravonel 31/jul/2019