«Un domingo de feria»
Era el mes de abril un domingo cualquiera, cuando las amapas florecen anunciando la primavera y en las tierras se ven campesinos cosechando el producto de su siembra bajo el sol, protegidos con camisa de manga larga, sombrero de palma y pañuelo anudado al cuello. La jornada nocturna en la panadería había terminado a las cinco de la mañana y los panaderos se retiraban a dormir, la mañana fresca aún, había gentes en la calle rumbo al mercado.
Después de despedirse Bravonel tomó su bicicleta y se dirigió hacía su casa, durmió un rato y se despertó llenó de aire las llantas de la bici y se dirigió hacia la carretera, Agilio, Arnulfo y Chuy ya lo esperaban en la gasolinera y emprendieron camino al crucero de Ruiz, su destino era Santiago Ixcuintla; pueblo situado a orillas del Río Lerma, tabacalero por excelencia y considerado parte importante de la franja llamada «La costa de oro» por la coloración que toman los campos cuando madura la hoja del tabaco y las tierras lucen llenas de sartas listas para ser llevadas a los hornos y ser convertidas en aromáticos cigarrillos. La ida a Santiago obedecía a la necesidad de uno de los hermanos Cortés; Mario quién necesitaba levantar una especie de sombra en un predio en donde solo había matujos y se apreciciaba una tronconera de matas de tabaco, maíz, quelite y jamaica. La carretera número 15 es la llamada ”Carretera Internacional» y de Ruiz hacia Guadalajara empieza a elevarse adelante de un poblado llamado Pantanal en un tramo conocido como la «subida del chapopote» y dónde a Bravonel le sudó el copete para no quedarse atrás de sus compañeros que si eran experimentados ciclistas y más aún que en esos tiempos no había bicicletas tipo montaña sólo había las llamadas tipo turismo, solo Agilio contaba con una que era como una mezcla entre los dos tipos porque tenía un cuadro de aluminio y era más liviana que las de los demás, pasando la subida hay ya un pequeño descanso para el ciclista porque empieza una pequeña cuesta que llega hasta el crucero de Santiago , Puerta Azul y continúa bajando hasta el pueblo. Mario ya los estaba esperando en el terreno, no había ninguna sombra y el sol ya estaba alto, todos tumbaron sus bicicletas en la blanca terronera y luego machete en mano empezaron a limpiar una área para poner los postes y travesaños para empezar a formar lo que sería el techo y mientras clavaban las láminas, hubo que poner dos sábanas a forma de sombra, el cansancio, el sol y la desvelada pronto hicieron estragos en Bravonel quién aprovechando la sombra que proporcionaban las sábanas se quedó dormido al pie de uno de los postes de la ramada, de vez en cuando escuchaba la plática de sus compañeros y los golpes del martillo sobre los clavos en los que previamente habían se habían atravesado corcholatas para darles mejor soporte a las láminas sobre las fajillas de madera que servirían de techo a la construcción, a ratos el sol molestaba a Bravonel y éste buscaba entre dormido y despierto la sombra que se desplazaba conforme pasaba el tiempo. Eran como las dos de la tarde cuando lo despertaron, la ramada estaba terminanda, sólo faltaba cubrir los lados pero éso sería la siguiente semana en otra visita, Bravonel estaba sediento, le ardía la cara, los brazos y sentía los labios partidos, tomó el bule de agua que colgaba de uno de los postes y bebió hasta saciarse, sus amigos rieron algo divertidos y le dijeron: -¡Ira nomás cómo estás quemado cabrón, échate agua en los brazos y la cara!- -¡Te quemaste mas tú, que nosotros que trabajamos!- Bravonel sentía hasta calentura por el ardor que le había provocado la exposición al sol, Mario les había llevado de comer un exquisito caldo de res con bastantes ejotes cuarenteños, comieron y se despidieron, montaron sus bicicletas y emprendieron camino de regreso, salieron hasta el crucero y la «subida del chapopote» fué un martirio para el debutante ciclista que quizás debido a la quemada del sol, la comida pesada o la pedaleada, le empezó a doler el estómago, pero se aguantó como los meros machos y no dijo nada, continuaron su trayecto y casi a las cuatro de la tarde ya estaban despidiéndose en la gasolinera de Ruiz con la promesa de regresar a terminar la obra la siguiente semana. Bravonel llegó a su casa, guardó la bicicleta y tomó un refrescante baño, el dolor de estómago había cesado, doña Pachita le puso crema en la cara y parte de la espalda y brazos, se disponía a echar una pestañeada cuando llegó Amador Ramírez a invitarlo a la feria de Tuxpan, Bravonel se puso un pantalón azúl y una camisa blanca de manga larga, Amador sonrió maliciosamente, el pillo se despidió de su mamá y salió con su amigo rumbo a la «feria abrileña», como es conocida la fiesta que año con año celebra el pueblo coquero, durante el trayecto Bravonel le platicó su odisea ciclista hasta Santiago, el dolor de panza y su quemada del sol. Anochecía cuando llegaron al malecón de Tuxpan, todo era algarabía, exposiciónes ganaderas, agrícolas, juegos mecánicos, de lotería, música de grupos, mariachi y banda, los puestos muy bien iluminados, caminaban cerca del casino de la feria cuando se les acercó un fotógrafo y allí casi recargados en un coche estacionado, se tomaron una foto, la foto del recuerdo porque Amador se iría a vivir a Mazatlán porque ya había conseguido trabajo en un barco pesquero, oficio que hasta la fecha desarrolla.. Disfrutaron de la feria sanamente y a lo grande, muchos años después en un enorme baúl de la casa materna Bravonel vió aquella foto en blanco y negro en dónde dos jovencitos posaban para un anónimo fotógrafo, uno de ellos alto y delgado, pelo largo y lacio con cierto parecido a Diego Verdaguer, el segundo, delgado también, de pelo largo y lacio, pantalón de vestir y camisa blanca de manga larga, en donde contrasta una cara muy seria y muy morena, quemada por un inclemente sol. ¡Motivo de aquella sonrisa maliciosa de Amador! ¡La camisa blanca y la piel quemada, era para dar risa a cualquiera! Bravonel no quiso ir la siguiente semana a Santiago a acompañar a sus compañeros argumentando que estaba muy cansado, nomás de pensar en la pedaleada, la subida, el sol y el sofocante calor, sudaba frío, además tenía la cara mudando de piel como las víboras del pajonal. En algún lugar debe de andar ésa foto que inmortalizó con un flash a dos jovencitos en una noche de feria y también el recuerdo no muy grato de Bravonel en un recorrido en bicicleta de Ruiz a Santiago Ixcuintla. Quedó pendiente la ida a la feria de Santiago, pero a Bravonel no quiso ir pedaleando ya, años mas tarde fué pero en el carro de su amigo Pedro Inda, en aquel thunderbird negro como un Batimóvil… luego les cuento esa historia. © Bravonel 21/abr/2020