«Jesús Bañuelos, el primo tapatío”
Corría la década de los 60s, el pueblo todavía con la neblina de la juventud, pocas calles empedradas, falto de iluminación, calles polvorientas en meses secos y lodosas en tiempo de lluvias.
Jesús era el hijo más grande de Eulalio Bañuelos y María Martínez, oriundos de Mexquitic, Jalisco y avecinados en la perla tapatía, Eulalio era el hermano menor de Pedro; padre de Bravonel.
Jesús era un joven de unos 18 años cuando lo conoció Bravonel quién apenas andaría en los ocho o nueve años, alto, delgado, buen mozo, se le recuerda como los rebeldones del cine o los galanes rockeros de aquellos tiempos, su peinado de copete le daba un aire de un Jesse James, un Alberto Vázquez o un Ritchie Valenz, sus pantalones ajustados, camisa de manga larga y chaleco de bordado, su sonrisa agradable y su barbilla con un hoyuelo. ¡Era un tipazo!
Era diciembre cuando llegó aquel joven a la casa de Bravonel buscando a don Pedro Bañuelos traía una maleta con algunos cambios de ropa, doña Panchita salió a la puerta y Jesús le dijo que era hijo de Eulalio Bañuelos y María Martínez; hermano y cuñada, respectivamente del padre de Bravonel, fué bien recibido y luego salió el peine; su mamá había tenido una fuerte discusión con él y optó por salirse de su casa, en cuanto llegó don Pedro aunque la mamá de su joven sobrino no gozaba de sus simpatías, lo agarró a consejos haciéndole ver que no era correcto tener a sus padres preocupados por su ausencia, eran tiempos en que las comunicaciones estaban limitadas al correo y al telégrafo, los teléfonos eran contados y la gente sólo podía llamar de caseta a caseta y no eran de uso común.
Jesus era muy acomedido, ayudaba a sacar agua del pozo, a lavar los trastes y a repetir el antiguo ritual; sacar la leña a asolear en las mañanas y meterla por la tarde antes de que cayera el sereno, hizo buenas migas con Bravonel, lo tomaba de la mano y se lo llevaba a pasear.
Duró como dos semanas en el pueblo y fueron suficientes para hacer amistades en el barrio, por las tardes salía a la esquina a platicar con los Román, Angel y Prisciliano «Chalano», con Beto el hijo de doña Petra, con Chencho el «Chaflán», hijo de Virginia Ulloa, con Layo el hermano de doña Manuela, Arnulfo y Faustino «El Cuino», hijos de doña Petra la hija de Don Othón,y allí estaba Bravonel orgulloso de su primo quien lo consentía comprándole un veinte de galletas de animalitos o alguna golosina.
Pero hubo una anécdota que quedó muy grabada en la memoria de aquel niño, una noche su primo se bañó, se cambió de ropa y se peinó con vaselina y quinado y se fué a la calle, un baile se celebraba en la presidencia municipal, muy atento Bravonel vio como su primo se acicalaba el pelo y daba forma a su copete, se despidió y se fué, las notas de una orquesta viajaban a través de la joven noche, al día siguiente el chiquillo despertó y un agradable olor a perfume impregnaba la casa, salió al patio y allí estaba Jesús platicando con don Pedro quien alegre le dijo:
-¡Vente viejo, ven! ¿Quieres café?-.
Bravonel tomó un banco de madera y se sentó, Chuy le acarició el pelo, el chico sonrió y el joven se quitó un moño color de rosa que traía prendido con un alfiler en su camisa al lado izquierdo, metió su mano a la bolsa de su camisa y sacó otro prendedor pero éste tenía sujeto un pequeñísimo ramo con una flor rosa, eran las contraseñas que daban en los bailes de gala para que los bailadores pudieran salir a las bancas de la plazuela después de cada tanda y regresar luego sin problema alguno, el diminuto ramo sólo se lo enseñó y prometió regalárselo cuando partiera de nuevo a Guadalajara.
Desayunaron y después de bañarse y cambiarse de ropa, Chuy tomó de la mano al chiquillo y enfilaron por toda la calle Laureles y cruzaron la vía hasta llegar al jardín de las Madres, allí se sentaron en una banca bajo la sombra de una pingüica, Jesús veía su reloj mientras platicaba con su primo, en los terrenos del ferrocarril había un claro con largas mesas de madera y encima acomodadas patas arriba muchas bancas; era el terreno que ocupaba «la lotería» de don Miguel Aguiar quién también tenía un puesto de verduras en el mercado municipal y era atendido por sus hijos.
Cruzaron nuevamente la vía y Jesús compró dos vasos de agua en el puesto de Chagüita y regresaron a la banca y justo en ése momento por la empedrada calle se acercaba una joven sonriente, se saludaron y Chuy dijo;
-¡El es mi primo, lo traje para que me acompañara!-
La jovencita sonrió complacida mientras le acariciaba el pelo al chiquillo, luego se alejaron y se sentaron en otra banca, Bravonel los veía con curiosidad, la plática era inaudible para Bravonel, sólo escuchaba de vez en cuando las risas nerviosas y divertidas de la chica, el tiempo no importaba así que cerca de la una de la tarde culminó la cita, Bravonel se quedó con la boca abierta cuando Jesús y la joven se unieron en un dulce beso que el pequeño niño sólo había visto en el cine cuando Arturo de Córdoba besaba a Marga López en una cinta a blanco y negro pero aquí era a todo color y su primo era el galán de la película ambientada en los jardines ruizcenses y el reparto aparte de la pareja protagonista, corría a cargo de Bravonel, algunos pocos transeúntes, un bolero y un vendedor de cacahuates, la película en vivo dió fín, los jóvenes se levantaron de la banca y regresaron con el chiquillo maravillado todavía, ella le acarició el pelo, luego se abrazaron y se despidieron sonriendo, ella tomó la calle hacía el oriente en dirección de la escuela Lázaro Cárdenas, Jesús y Bravonel cruzaron las vías y tomaron de regreso la Laureles y Góngora, don Pedro y Pachita los esperaban para comer.
Jesús tomó en cuenta los consejos de su tío Pedro y a las dos semanas se despidió, no sin antes cumplir la promesa, sacó de su bolsa aquel prendedor en forma de minúsculo ramo y se lo dió a su primo que lo guardó en una cajita de cartón junto con el pequeño moño rosa, duró muchos años en regresar, cuando lo hizo su tío ya no estaba pero fué recibido con el mismo amor por doña Pachita y por sus primos, sobre todo el de Bravonel que ya era un jovencito y era su fan número uno, Jesús ya era un hombre casado y trabajaba para una compañía de fertilizantes químicos que brindaba asesoría a los agricultores de Nayarit y Sinaloa, seguía teniendo ese porte varonil de los galanes maduros, su voz bien modulada, en otras palabras siempre fué el ídolo de Bravonel y modelo a seguir, un día se encontró una foto de su papá joven y se quedó estupefacto. ¡Su primo era la viva imagen de su papá! ¡Parecían una foto de Pedro Armendáriz!
Luego Bravonel se fué del pueblo y algunas tres ocasiones volvió a ver a su primo y luego se ocuparon tanto cada quien en sus ocupaciones y obligaciones que se perdieron la pista, Bravonel sólo sabía por su amá que el siguió regresando ocasionalmente pero ya no coincidieron los primos.
Cuando Bravonel visita el pueblo, se sienta un rato en una banca bajo de la pingüica y se acuerda de aquella mañana de invierno cuando su primo lo llevó de la mano y lo hizo partícipe de una romántica escena de amor, de amor limpio en donde el pequeño crío de lejitos compartió uno de los roles estelares en el set del Jardín de las Madres.
©Bravonel 🇲🇽
10/ene/2020