¿Cómo era el poblado del Vado por los 70s? Bravonel no puede precisarlo, sólo recuerda pocas calles al rededor de la plazuela: un cuadro de terreno limpio con algunos árboles en su contorno, unas bancas de madera y en la esquina de las dos calles principales un enorme árbol de tamarindo, allí sobre una mesa de madera, todos los sábados y domingos ponían un tocadiscos y los acetatos de 45 y 33 rpm, una caja de agujas de metal que se le ponían al brazo del aparato, que al viajar por los surcos del disco reproducía la música de los éxitos del momento y dos bocinas dispuestas en lo alto de una lata de madera, ampificaban la música por todas direcciones en todo el caserío invitando a bailar a la muchachada.En unas largas hieleras de madera repletas de hielo picado reposaban hasta helarse las ambarinas botellas de cerveza, que por aquellos tiempos valían 1.20, el terreno lucía regado para el evento y por un peso bailaban tres piezas musicales, si la bailadora aguantaba los pisotones, los bailadores en parejas ingresaban a la pista de baile mientras dos muchachas sostenían tenso un delgado hilo de ixtle por los extremos e iban separando por medio de él a las parejas que ya habían pagado el derecho a bailar, tenían que estar muy al pendiente de separar a los que pagaban de los que no lo habían hecho, por esa razón se cobraba por tanda de tres canciones.
Los jóvenes amigos de Bravonel y él allí se enseñaron a bailar, con cinco pesos bailaban 9 canciones y se tomaban una cerveza, de allí pasarían a las pistas de la plazuela de Ruiz, el Salón del PRI, y el Salón de los deportes, El Vado está relativamente cerca de Ruiz, por la carretera, serán unos diez minutos en bicicleta, era divertido ver el tronco del enorme tamarindo lleno de bicicletas recargadas una sobre la otra y no había temor de un robo, asalto, ni siquiera un pleito, era por entonces un poblado tranquilo dónde todo el que encontraba se saludaba.
Allí quedaron las huellas de aquellos noveles bailadores que por ser fuereños siempre fueron bien recibidos y nunca alguna chica se negó al consabido: ¿Bailamos señorita? Eran aquellos tiempos pacificos, de camaradería, de amistosa convivencia, bellos tiempos sin duda, hace quizás tres años le tocó a Bravonel treparse a la camioneta en que su compadre Paco García repartía pan desde El Vado, Coamiles, Pozo de Ibarra y Valle Morelos, y lo primero que vió fueron varios cambios; un arco a la entrada del poblado, la carretera que era de terracería, pavimentada; algunas fincas en donde antes fueron tierras de siembra y la plazuela con piso de cemento, una cancha de básquet boll, el enorme tamarindo no estaba, seguramente fue talado o se secó de viejo, un suspiro salió del pecho del canoso Bravonel, entregaron dos pedidos de pan y continuaron su camino rumbo a Peñas y de allí a los demás poblados, una cerveza fría le recordó a Bravonel las cervezas de a 1.20, las tandas de baile de un peso y aquel tocadiscos, unas bocinas que giraban en lo alto de una larga lata de madera amplificando las notas salidas de los surcos de un disco de 45 rpm, que giraba debajo de un brazo con una punta de acero que reproducía los éxitos del momento, los sábados y domingos.
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