Era el mes de abril un domingo cualquiera, cuando las amapas florecen anunciando la primavera y en las tierras se ven campesinos cosechando el producto de su siembra bajo el sol, protegidos con camisa de manga larga, sombrero de palma y pañuelo anudado al cuello. La jornada nocturna en la panadería había terminado a las cinco de la mañana y los panaderos se retiraban a dormir, la mañana fresca aún, había gentes en la calle rumbo al mercado.
Toda la ribera del rio desde el puente del ferrocarril que también sirve para conectar al poblado del 80 con Ruiz, hasta el bajadero de la bomba de agua donde los carros de mulas de don Rodolfo Salcedo y sus hijos; Chuy, Celso y luego Rodolfo Jr, cargaban arena, piedra y tierra lama, conoció el mentado Bravonel caminando a pie y acompañado siempre de sus amigos del barrio cuando iban a pescar o simplemente a bañarse en sus todavía, limpias y cristalinas aguas, allá por los setentas, el rio, hasta la fecha sigue siendo punto de reunión de muchas familias en temporada de calor, semana santa, el primero de mayo y los días de descanso, que en Ruiz son los jueves, día en que el comercio cierra y los empleados descansan. ¡El rio San Pedro! Si hablara, cuantas cosas contara, cuantas dichas, cuantos pesares quedaron en sus milenarias piedras, en sus playas arenosas, en sus aguas que susurran historias.
Hay frases que se quedan en la memoria de un pueblo por lo ocurrente e ingenioso de sus creadores que les imprimen ese personal sello y hasta acento y ademanes, el pueblo de Bravonel no exenta de tal particularidad, tiene lo suyo y desde que tiene memoria, en el mercado por ejemplo, estaba el chino Marcos que vendía atole de coco tipo flan y que muchos lo conocimos como atole tonto que el oriental ofrecía como; «Tole, tole»
Santos Navarro Hernández, fué un integrante de una tercia de pelafustanes que era conformada por Joaquín El Kiry Martínez y Bravonel, de la misma camada, del mismo barrio, amigos desde la niñez, amigos de trompo y canicas y de incipientes aventurillas de jóvenes, en ocasiones la tercia era convertida en par, porque Santos y Joaquín siempre andaban peleados por «incompatibilidad de caracteres» por decirlo de alguna manera, Joaquín era de carácter fuerte mientras que Santos era alocado, vacilón y dicharachero, un poco presumido, y tenía sus razones; era hijo único de doña Josefa y don Epifanio quienes tenían un puesto de verduras en el mercado, mientras que Joaquín era el más chico de cuatro hermanos de doña Juliana y don Luz y vivian enfrente las dos familias en la esquina que forman las calles de Laureles y Góngora y Querétaro.
«El padrino Adelfo. » Bravonel escribió un día una historia muy emotiva; la de su primera comunión que fue una de sus más grandes satisfacciones y que marcaron su niñez, pasaron muchos años y jamás supo de su padrino, un día leyendo un artículo de un paisano ruizcence vio lo siguiente: «Hay muchas historias de éstas, conozco una de un condicípulo en la primaria y la secundaria, llegaron de Michoacan a Ruiz, su padre jornalero, tres hermanos: Adelfo, Chava e Irma, desde luego, su amá, pobres, pobrisísimos, pero Adelfo era un talento al cien, puros dieces, fue bolero, repartidor de varias cosas en un triciclo, premio de la zona, fué de los mas aplicados que llevaron a México, se fué a CDMX y estudio en el Poli.. Seguir leyendo LOS OLVIDOS DE BRAVONEL→