Nunca había sentido tu presencia tan cercana, tan tangible, hasta percibí tu aliento, tu perfume y tu sonrisa entre pícara y dulce y con cierta complicidad. Me sentí envuelto en la mágica atmósfera de los infantes años y como en una celestial ensoñación, me pareció escuchar tus cantos de cuna arrullándome. Seguir leyendo ¡YA VOY, MAMÁ!